Publicado en Peru21 15/04/11
Autor: Guillermo Giacosa
Algunas primeras planas de la prensa local me recordaron los momentos más oscuros de los diarios financiados por la omnipotencia montesinista. Me pregunto qué derecho tienen a exigir cambios a los candidatos quienes son incapaces de modificar una conducta periodística que denigra la profesión y se zurra en la objetividad.
Inventa una realidad ideal, difúndela, acompáñala del prejuicio y del miedo y échate a dormir. Esa ha sido hasta ahora la máxima de una sociedad que ha inflado sus logros mucho más allá de lo que los ciudadanos vivían en el día a día. Los resultados de las elecciones son una prueba de ello y una prueba también de que la verdadera realidad de los sectores postergados es más fuerte que el discurso que canta loas a los éxitos del sistema.
Como es sabido, ninguna clase social se suicida y por lo tanto estamos frente a un delicado momento de la historia peruana que reclama lucidez, honestidad y coraje, mucho coraje, para reconocer hidalgamente todo lo que se ha hecho bien hasta ahora, pero también todo lo que se ha hecho mal y todo lo que ha dejado de hacerse. Deberían evitarse las frases supuestamente ingeniosas, pero cargadas de prejuicios y estereotipos, a las que son tan afectos tanto periodistas como intelectuales y políticos. Se impone una tarea de concertación que respete el veredicto de las urnas, que clama por una sociedad más inclusiva y que marche en esa dirección sin repetir los errores que otras veces se han cometido al querer materializar el mismo objetivo.
¿Es posible? Por supuesto que es posible. El único escollo serían los intereses sectoriales, la falta de capacidad crítica y la tendencia al dogmatismo que abunda más allá de lo razonable. Si sobre esas pequeñas miserias de nuestra condición humana predomina el compromiso con el Perú, con todo el Perú, y no solo con los sectores que representamos, podremos decir no ya “al Perú no la para nadie”, sino algo mucho más importante: “a los peruanos no los para nadie”
Inventa una realidad ideal, difúndela, acompáñala del prejuicio y del miedo y échate a dormir. Esa ha sido hasta ahora la máxima de una sociedad que ha inflado sus logros mucho más allá de lo que los ciudadanos vivían en el día a día. Los resultados de las elecciones son una prueba de ello y una prueba también de que la verdadera realidad de los sectores postergados es más fuerte que el discurso que canta loas a los éxitos del sistema.
Como es sabido, ninguna clase social se suicida y por lo tanto estamos frente a un delicado momento de la historia peruana que reclama lucidez, honestidad y coraje, mucho coraje, para reconocer hidalgamente todo lo que se ha hecho bien hasta ahora, pero también todo lo que se ha hecho mal y todo lo que ha dejado de hacerse. Deberían evitarse las frases supuestamente ingeniosas, pero cargadas de prejuicios y estereotipos, a las que son tan afectos tanto periodistas como intelectuales y políticos. Se impone una tarea de concertación que respete el veredicto de las urnas, que clama por una sociedad más inclusiva y que marche en esa dirección sin repetir los errores que otras veces se han cometido al querer materializar el mismo objetivo.
¿Es posible? Por supuesto que es posible. El único escollo serían los intereses sectoriales, la falta de capacidad crítica y la tendencia al dogmatismo que abunda más allá de lo razonable. Si sobre esas pequeñas miserias de nuestra condición humana predomina el compromiso con el Perú, con todo el Perú, y no solo con los sectores que representamos, podremos decir no ya “al Perú no la para nadie”, sino algo mucho más importante: “a los peruanos no los para nadie”
0 comentarios:
Publicar un comentario