Autor Guillermo Giacossa
En los años 90, Ignacio Ramonet escribió en Le Monde Diplomatique: “La globalización de las comunicaciones ha convertido a los monopolios mediáticos transnacionales en el cuarto poder, poder que se posiciona por encima de los otros tres, conformando un nuevo tipo de tiranía”.
Desde ese tiempo hasta ahora, de manera casi universal, el poder mediático se ha ido concentrando cada vez más en menos manos, y hoy asistimos a una convergencia editorial que, si no conociéramos este hecho, podría resultarnos mágica o, al menos, sorprendente. De una punta a la otra del continente americano, por ejemplo, encontramos editoriales que reflejan una sola línea de pensamiento que, evidentemente, no obedece a la casualidad y que, también evidentemente, nace desde quienes piensan el mundo en función de sus intereses y bajan esa línea a todos quienes comparten en grandes panes o en migajas dichos intereses.
Aún se discute el nivel de influencia que la mencionada prensa “asociada” tiene sobre la población. Hay quienes afirman que la gente solo lee o escucha a aquellos que comparten sus prejuicios, y ello, en parte, es verdad, pero aún queda por saber cómo se han gestado dichos prejuicios. ¿Es ajena la prensa a ese proceso? Mi experiencia personal, limitada como toda experiencia personal, me indica que existen incontables situaciones sobre las que la población, agobiada en la tarea de sobrevivir, se limita a adoptar la opinión más repetida en los medios. De otro modo, Montesinos no habría tenido el éxito que tuvo para demoler rivales con solo los titulares de la prensa chicha. La actual confrontación entre Ollanta, candidato satanizado por la línea editorial que baja desde el norte del continente, y Keiko, redimida de su papel de primera dama de uno de los políticos más desprestigiados del planeta por esa misma línea editorial, es un desafío. El mismo servirá para medir la fuerza de la tiranía mediática de la que hablaba Ramonet y, por tanto, el 5 de junio Perú será centro de atención en todo el continente.
Desde ese tiempo hasta ahora, de manera casi universal, el poder mediático se ha ido concentrando cada vez más en menos manos, y hoy asistimos a una convergencia editorial que, si no conociéramos este hecho, podría resultarnos mágica o, al menos, sorprendente. De una punta a la otra del continente americano, por ejemplo, encontramos editoriales que reflejan una sola línea de pensamiento que, evidentemente, no obedece a la casualidad y que, también evidentemente, nace desde quienes piensan el mundo en función de sus intereses y bajan esa línea a todos quienes comparten en grandes panes o en migajas dichos intereses.
Aún se discute el nivel de influencia que la mencionada prensa “asociada” tiene sobre la población. Hay quienes afirman que la gente solo lee o escucha a aquellos que comparten sus prejuicios, y ello, en parte, es verdad, pero aún queda por saber cómo se han gestado dichos prejuicios. ¿Es ajena la prensa a ese proceso? Mi experiencia personal, limitada como toda experiencia personal, me indica que existen incontables situaciones sobre las que la población, agobiada en la tarea de sobrevivir, se limita a adoptar la opinión más repetida en los medios. De otro modo, Montesinos no habría tenido el éxito que tuvo para demoler rivales con solo los titulares de la prensa chicha. La actual confrontación entre Ollanta, candidato satanizado por la línea editorial que baja desde el norte del continente, y Keiko, redimida de su papel de primera dama de uno de los políticos más desprestigiados del planeta por esa misma línea editorial, es un desafío. El mismo servirá para medir la fuerza de la tiranía mediática de la que hablaba Ramonet y, por tanto, el 5 de junio Perú será centro de atención en todo el continente.
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